mercado

Ante los estantes vacíos en los supermercados de Venezuela, comprar en Colombia se ha convertido la opción de los venezolanos para hacer mercado de alimentos.

Colombia hoy luce como el gran mercado de Venezuela. Y es que, en comida y medicinas, se concentran las compras que hacen la mayoría de los 40 mil venezolanos que cruzan a diario los pasos fronterizos internacionales, por lo que comprar en Colombia ha resultado ser, para algunos, la opción más fácil de adquirir los productos que escasean en el país.

No es porque no quieran otra cosa. Es que la devaluación del bolívar hace muy cuesta arriba pensar en satisfacer el deseo de comprar ropa, calzado, comer en un restaurante y hasta tomar algo pues con una moneda que representa el 0,10 por ciento del valor del peso, es poco lo que se puede inventar.

Según un estudio adelantado por la Cámara de Comercio de Cúcuta, los venezolanos están realizando compras promedio de 30 mil pesos por persona y lo hacen para hacer mercado fundamentalmente.

Esto se traduce al cambio en 30 mil bolívares, lo que es muy bajo para los estándares de precios en Colombia, pero que representa una buena proporción del salario mínimo de un trabajador venezolano.

El perfil y hábitos del venezolano que compra en Colombia alimentos se pueden resumir así: comprador de bajo poder adquisitivo individual. Por ello compran en grupos y se dividen las responsabilidades por producto.

De esta forma se hacen compras cada vez más racionales y se aprovechan las ofertas en alimentos que en Colombia son frecuentes.

Lo que se puede comprar en Colombia

Las grandes cadenas han comprendido esta realidad venezolana y han creado un producto, el mercado popular, que reúne de todo pero en pequeñas cantidades. Tanto Éxito, Metro, Makro y otras cadenas de supermercados presentan una bolsa o caja, en precios que oscilan entre 23 mil y 26 mil pesos.

En ellas se consigue aceite, 250 ml, arroz y pasta, presentaciones de 500 grs, sal, azúcar, enlatados, 250 gramos de granos, de café y sobres de bebidas saborizadas.

Con estas bolsas se despachan los principales requerimientos del consumidor ocasional venezolano. Nada de carnes u otro tipo de proteína. Los precios promedio de las carnes oscilan entre 7 mil y 14 mil pesos por kilo los que las sacan del limitado presupuesto familiar.

Generalmente los venezolanos concentran sus compras en cinco rubros: arroz, azúcar, harinas, pasta y panela. Carbohidratos y azucares.

Con el viaje al supermercado cucuteño, las familias se ahorran horas de colas y las limitaciones impuestas en Venezuela.

Los revendedores

En Cúcuta los revendedores o bachaqueros también hacen mercado. Evidentemente con mayor capacidad de compra individual se organizan por grupos para dos cosas: defenderse y negociar mejor precio con el vendedor colombiano.

También esta táctica grupal les permite dividir las proporciones de mercancía comprada para minimizar pérdidas por controles de las autoridades colombianas y de la Guardia Nacional en su tránsito hacia el centro oriente del país.

Los beneficios para ellos son evidentes. Además de conseguir lo que quieran, lo pueden comprar por bultos o hasta donde su bolsillo alcance.

Pero también es una muestra de la distorsión en los precios que impone una economía hipercontrolada como la venezolana, con fallas notables en la producción y distribución de alimentos.

La política económica del Gobierno «socialista», ha dado como resultado la escasez general en todos los rubros. Aquí está el aliciente para el revendedor bachaquero. Un ejemplo: en el mercado de Cúcuta se puede conseguir un kilo de azúcar al cambio en 2300 bolívares. En Caracas ya se está vendiendo este mismo kilo en 6 mil bolívares; más del 100% en incremento de precio y esta situación, es prácticamente generalizada en todos los productos.

Los revendedores además de aceite, harinas, pasta, arroz, azúcar y panela, han concentrado también su atención en la compra de las pequeñas presentaciones de artículos de higiene personal: shampoo, cremas dentales, jabones y afeitadoras forman parte de su cesta de “mercancía”.

Las medicinas

Si bien al principio muchos venezolanos acudieron al mercado colombiano para adquirir las medicinas prioritarias ya pocos lo hacen hoy en día.

Los medicamentos son caros en Colombia y los venezolanos han aprendido que es mejor traerlos desde Estados Unidos, Europa u otros países en donde su valor es hasta 50% menor que en este mercado.

Sin embargo en tratamientos de urgencia y de enfermedades crónicas como la hipertensión, diabetes, entre otras, Colombia sigue siendo la opción rápida.

En promedio, un tratamiento puede estar entre 30 mil y 50 mil pesos, pero en casos más complejos los precios de los medicamentos pueden superar los 100 mil hasta 200 mil pesos.

Esto es muy duro para el bolsillo familiar, pero no queda otra opción en muchas oportunidades. Cientos de venezolanos con doble cédula han visto como su salvación el estar incorporados al sistema de empresas EPS que subsidia el Gobierno colombiano a la hora de comprar medicinas. Es por ello que adquieren muchas de ellas a un valor más racional.

Recelo por el bolívar

Mientras el Gobierno del presidente Nicolás Maduro define el futuro del billete de 100 bs, el comercio en Colombia recibe con recelo la moneda venezolana.

En la frontera se ha impuesto un doble esquema: los billetes de 100 tienen menos valor cambiario que los de 50.

Es decir, si usted trae un billete de 100 se lo reconocen a 10 centavos de peso. Si trae billetes de 50 este vale 12 centavos de peso.

Todos están a la espera de la llegada de los nuevos billetes venezolanos, sin embargo, como resultado de las erráticas políticas del gobierno, la moneda nacional llega aquí con el signo de interrogante.

Ya algunos comercios no aceptan bolívares sino pesos. El comprador venezolano debe ir a las casas de cambio primero para llevar pesos en la mano. Al bolívar no lo quieren tanto en esta frontera.

A pesar de esto, la procesión de maletas, carretillas y bolsos continúa por los pasos fronterizos llenos de mercado. Arrastrados por sus propietarios, retornando, con lo poco o lo mucho, al país de lo incierto.