Han pasado ya 10 años de ese día glorioso que Nicolás Maduro renunció. Nos unimos a unos pocos rebeldes pero valientes hombres y mujeres, que en la madrugada del 27 de febrero de 2017 decidieron protestar frente a Miraflores. Llegaron allí solo con el coraje y la voluntad de que fuesen escuchados, sus armas fueron pañuelos blancos, pancartas y cacerolas; cuando la noticia comenzó a expandirse, se les fue uniendo más gente.

Salieron guardias del Palacio, se apostaron con sus rifles frente al inocuo grupo que cada vez se hacia más grande pero que no despertaba preocupación al Gobierno, ya que a lo largo del mes había ocurrido lo mismo día tras día y luego se marchaban. Eran las 6:00 am, llegaba gente en solitario, en pareja o grupos de tres. Desde la acera de en frente los militares seguían observando como llegaban unos y se iban otros, entendían bajo su punto de vista que en breve toda esa gente o la gran mayoría se iría a su trabajo.

A las 7:00 am, los manifestantes empezaron a dispersarse, al percatarse de ese abandono de la zona, los efectivos redujeron su equipo quedando solo seis de ellos en los alrededores de Miraflores. El aminorado grupo que había quedado, empezó a cacerolear, era un sonido insignificante, al cabo de un rato, el trafico de vehículos comenzó a disminuir, se oyeron algunas cornetas pero de repente todo se silenció. En las cercanías se apreciaba un pequeño estruendo en las calles, como camiones que susurraban atravesando la Baralt.

En cortos minutos y para sorpresa de todos, las avenidas Urdaneta, Baralt y Sucre, estaban tomadas por un tsunami de gente que rodeó totalmente el palacio, los cacerolazos aumentaron, el ruido era confuso y ensordecedor, eran un ejercito de civiles al unísono. Sonaron las alarmas de Miraflores y guardias nacionales comenzaron a salir, ellos estaban en la acera de enfrente, los manifestante decidieron dejarle espacio para no mostrar beligerancia, levantaban los pañuelos blancos, los militares les apuntaban, lanzaron bombas lacrimógenas para dispersar, la gente no se movía y los soldados se iban acercando más, de repente, salió un camión antidisturbios, el pueblo se mantenía en calma, sin violencia, solo ondeaban sus pañuelos y gritaban: “¡RENUNCIA YA!”.

Permanecían en sus sitios pese a las amenazas de las fuerzas policiales, solo hubo una confrontación, cuando con la presión del agua ocasionaron heridas a un pequeño grupo que se protegió abrazándose entre si. Al ver esto, los militares dieron una tregua, pero recibieron la orden de que tenían que desperdigarlos y aturdirlos para que huyeran, las ordenes no fueron acatadas. Se le dio aviso al Fuerte Tiuna de la situación, e inmediatamente enviaron al ejercito en pleno, las entradas a las avenidas estaban cerradas por mas de 30 autobuses y 40 camiones a lo largo y ancho de cada una, con lo que los oficiales tendrían que bajarse y caminar entre la multitud o destruir la barrera con sus tanques, maniobra que desistieron en realizar.

A horas del medio día seguía llegando gente, algunos padres intercambiaban turnos, en Caracas y en el interior del país nadie asistió a su trabajo, los venezolanos por fin unidos se ayudaban entre todos para conseguir alimentos, empresarios y dueños de restaurantes, llevaban comida a los que se mantenían en la concentración.

Los militares se mantenían al margen, al observar que no había violencia, al parecer continuaban renuentes a someterse a las ordenes provenientes del gobierno, se habían fragmentado, estaban a favor del pueblo. La fuerza aérea desplegó aviones por Caracas, el helicóptero presidencial salió de Miraflores con la familia de Nicolás Maduro, mientras que los grupos más radicales (los colectivos) no se atrevían a pasar con sus motos ante la magnitud de venezolanos resteados rodeando la casa presidencial. El país estuvo paralizado a partir de aquí, por 10 días consecutivos.

El 9 de marzo de 2017, la gloriosa Fuerza Armada Nacional, decidió retomar su distinción como institución, apegada a la legalidad para la protección y al servicio del pueblo venezolano, abandonó la conducta sumisa ante la voluntad de unos pocos que velaban solo por intereses propios y tomó el mando para recuperar el hilo constitucional.

Ese mismo día, se presentó la renuncia y por consiguiente la destitución del presidente Nicolás Maduro y de su gabinete, quienes fueron puesto a disposición de un nuevo y democrático Tribunal Supremo de Justicia, se formalizó una junta de gobierno, una junta constituyente, y comenzó un nuevo destino para enrumbar a Venezuela al desarrollo. No hubo derramamiento de sangre, solo heridos leves.

Hoy 9 de marzo de 2027, estamos reconciliados, hemos hecho resurgir la abundancia, recuperamos las industrias, las inversiones, la seguridad, la salubridad, el turismo, pero lo mas importante, recuperamos a nuestros hijos de la diáspora, con mas potencial que nunca, formamos parte de una junta civil para el progreso económico, social, cultural e intelectual, y trabajamos en asociación con el gobierno.

Los oficialistas continúan presos pagando una ejemplar condena por sus crímenes después de haber sido juzgados, sus bienes mal habidos fueron confiscado y el dinero en cuentas personales en el exterior fue repatriado. La desesperanza y desconfianza que nos sembraron algunos quedaron atrás junto con ellos.

Creo que como muchos de ustedes estoy harta de leer lo mismo, del pesimismo, del desastre de país que tenemos, de la desorganización y desunión de los venezolanos seas de un bando o de otro, del bla, bla, bla. Quiero visualizar en positivo, quiero otra cosa para mi hermoso país.

Esto es lo que deseo y espero que así sea, ¿quién lo llevará a cabo?, ¡todos juntos!, no tengo ahora mismo nombres, pero sí tengo claro que nuestro líder es una persona diferente, idónea y con alto compromiso en su gestión, que velará por los intereses de Venezuela y no por el propio.

¿Quien estará gobernando en el 2027?, pongan ustedes el nombre, pero tenemos que asegurarnos de que sea el mejor para todos los venezolanos.