comercianteEn Venezuela ser comerciante es para “guapos”, un oficio en el que muchos quieren “tirar la toalla”.

Ser comerciante en Venezuela en para muchos un riesgo que deben asumir en un país que no les ofrece seguridad ni garantía económica.

“Ser comerciante es amar el peligro, como Cool Mc Cool, es preocupación, incertidumbre y hasta cierto punto una frustración  porque el trabajo y esfuerzo se convierte en pan y agua”, como lo definió Henry Álvarez, dedicado desde hace más de 20 años a la pescadería.

Según el comerciante, la incertidumbre se afianza cuando no se sabe en qué momento pueden llegar al establecimiento fiscales del Gobierno que exigen la venta del producto a precio regulado o “justo”, imponiendo cifras muy por debajo del precio de facturación de los establecimientos.

“Un bachaquero gana más que yo y no paga impuestos”, comentó el pescadero quien aseguró que en muchas ocasiones ha pensado la posibilidad de irse del país. Lo ata al país el hecho de no contar con un sitio seguro donde llegar lejos de nuestras fronteras.

Los “bachaqueros” nacieron con la crisis que atraviesa Venezuela y la escasez de productos de la cesta básica. Se trata de personas que consiguen arroz, pasta, pañales, café, leche en polvo, fórmulas lácteas, desodorante, shampoo, crema de afeitar y demás alimentos o artículos regulados desaparecidos  y los revenden al mil por ciento de su precio original.

“El comerciante en este país es guapo”

Para Ricardo Da Silva es “super difícil ser comerciante en Venezuela, es ser guapo porque el grado de corrupción en el país es abismal”, entendiéndose por el término guapo el hombre o la mujer fuerte que aguanta los avatares y se mantiene firme.

Da Silva se dedica al comercio de comida y aseguró que es difícil buscar precios porque todos los días hay aumento en los costos.

“Hoy compré cinco bultos de arroz a 5 mil bolívares cada uno en el Mercado Mayorista. Cada bulto trae 24 paquetes y tiene precio regulado de 34 bolívares, pero yo lo tuve que pagar a más de 200”.

Agregó que lamentablemente quien paga los altos costos es el consumidor final. Puso como ejemplo que ante los altos costos de las caraotas negras, optó por sacar el alimento del contorno de los almuerzos e incluirlos exclusivamente en los desayunos criollos o en el pabellón. Del resto la ración se expende en Bs. 100.

“Desde la mitad del año para acá he pensado en tirar la toalla, dejar el comercio, irme del país, pero cómo hago si tengo que mantener a mi hijo”.

Comerciantes asediados: revisiones a granel

José Luis Jardín también consideró que es difícil ser comerciante en Venezuela porque desde su puesto de verduras, ha tenido que enfrentar fiscalizaciones de funcionarios de la Superintendencia de Precios Justos que le revisan cada espacio para confirmar que no tiene productos acaparados.

Jardín dejó de vender huevos, por ejemplo, porque su elevado costo lo obligaba a venderlos en Bs. 1.000 el cartón, sin embargo el Ejecutivo nacional lo reguló a Bs. 420 y se veía obligado a una venta controlada que le traería pérdidas.

Antes sus ventas eran mayores, ahora los clientes llevan la mitad de lo que consumían normalmente.

“Aquí no hay nada de equipos ni insumos médicos”

Tulio Montañez es ingeniero en electrónica y se dedicaba a la venta de equipos e insumos médicos. “Ser comerciante es una aventura, una odisea, en mi ramo ya no hay nada de equipos ni insumos médicos”. Señaló que debió dedicarse a la reparación de los mismos equipos porque las ventas están paralizadas desde hace año y medio por los altos costos y la dificultad para conseguir los equipos.

“Lo último que vendí hace año y medio fue una silla odontológica cuyo costo era de 60 mil bolívares, hoy en día esa misma silla está en el orden de los 700 mil bolívares, un incremento de más de 5 mil por ciento. En conclusión, son incomprables y por supuesto, invendibles”.