situación en Venezuela

Hoy es uno de esos días en los que me toca palpar de cerca la grave situación que padece el país. Dos situaciones que se relacionan entre sí, pero que se dieron en diferentes contextos, me llevan a pensar que este país está pegando gritos para que lo salvemos.

Nuestros niños y jóvenes sin duda son los más afectados, un ejemplo de esto es lo que vi hoy en horas de la mañana cerca de un supermercado. La fila de personas para comprar lo que ellos llamaban «combo», que incluía dos harinas pan, dos pastas y un arroz, era interminable. Peleaban los unos con los otros, la gente se golpeaba, se insultaba; vi como funcionarios de la Guardia Nacional contenían a quienes desesperados buscaban alimentos. Pero lo más grave de esto que les narro, es que en el medio de este desastre que el Gobierno llama «guerra económica», había muchos niños haciendo colas, y eso me llevó a pensar que sí es cierto, que los niños están faltando a las escuelas para ir a comprar comida con sus padres.

Tal situación me llenó de impotencia, quizás por mi condición de mamá soy más vulnerable y me puse irremediablemente sentimental al ver que nuestros niños están sufriendo, que deben durar horas y horas en colas para acompañar a sus padres, quienes tratan de comprar algo de comida; que deben exponerse, tal como lo presencié hoy, a situaciones vulgares en el que las personas son capaces de golpearse por un kilo de harina. Y cuando escucho decir a los que hoy son Gobierno «en Venezuela si hay comida, las colas son mentiras…» sé que más tarde que temprano Dios les cobrará todo el daño que nos están haciendo, porque todos estamos padeciendo la misma situación, unos en menor grado que otros, pero al final el hambre está apoderada de Venezuela.

Al inicio les comenté que eran dos situaciones las que viví hoy, y que me llevan a reflexionar en estas cortas líneas. Mi hijo de nueve años se acercó a mí y me preguntó «¿mamá es bueno o malo compartir la comida con otro niño?». Confieso que esa pregunta me causó impresión, dejé de escribir y le contesté que era lo correcto, y le dije que me contara con quién él compartió su desayuno, me dijo: «con mi amigo Osward, él no llevó comida hoy porque su mamá no tenía nada que darle, y hay muchos días que él no ha llevado y cuando no lleva desayuno su mamá le da dinero, pero no le alcanza para comprarse una empanada y bueno varios niños y yo le damos comida, pobrecito verdad mamá». Así mi hijo terminó su relato, de inmediato se me salieron las lágrimas y aún escribiendo no dejo de pensar en los millones de Osward que no tienen que comer, que se van al colegio sin desayuno, que no hacen sus meriendas y que estoy segura se acuestan con el estómago vacío.

situación en el país

Así estamos en Venezuela, hoy fue un día de esos que a nadie le hubiera gustado vivir, ni por un instante. Quizá, lo que en estas líneas les narro, a ustedes también le ha tocado de cerca. Son realidades dolorosas que estamos padeciendo, son realidades que me tocaron el alma…¡no me las contaron, yo las viví!