José Luis Rodríguez Zapatero, ex presidente del gobierno español (2004 – 2011) y muy afín en esos años de los gobiernos de la llamada nueva izquierda latinoamericana, en especial del de Hugo Chávez, así como del cubano, ha asumido el reto de actuar como mediador entre el gobierno venezolano y la oposición en la búsqueda de un diálogo entre las partes. Misión no exenta de importantes escollos.

El 16 de mayo, luego de participar como observador internacional en el proceso electoral de la República Dominicana, desembarcó en Venezuela, atendiendo una invitación del gobierno venezolano y también del Secretario General de la UNASUR, conjuntamente con los ex presidentes Leonel Fernández, de la República Dominicana, y Omar Torrijos, de Panamá, para dar inicio a un proceso de mediación en la crisis venezolana. Empero, desde un inicio la misión de Zapatero tiene, como mínimo, cuatro hándicaps muy fuertes en su contra. En primer lugar, que ella responde a una solicitud expresa del gobierno sin haber consultado a la oposición. En segundo lugar, que el otro convocante, Samper o UNASUR, no tienen ni el prestigio ni la independencia moral para actuar como convocantes en la búsqueda de soluciones a la situación venezolana. En tercer lugar, que el gobierno y el oficialismo, por sus públicas actuaciones han dado muestras fehacientes de no estar interesados en encontrar una salida convenida a la terrible crisis política y humanitaria por la que atraviesa el país, como consecuencia de las malas políticas públicas impuestas por el chavismo. Lo que quieren es ganar tiempo para continuar, de una u otra manera, en el poder. El cuarto hándicap, y en mi opinión el más relevante, son las condiciones impuestas por la Mesa de la Unidad Democrática para aceptar participar en un diálogo.

Estas condiciones, recordemos, son las siguiente: La realización, en el 2016, del referendo revocatorio, tal como lo establece el Artículo 72 de la Constitución, para encontrarle una solución pacífica y democrática a la grave crisis por la que atraviesa Venezuela. En segundo lugar está la libertad de los presos políticos, el cese de la judicialización por persecución política y el retorno de los exiliados. Luego se exige que el gobierno admita la ayuda internacional en medicinas y alimentos para atender con urgencia la crisis humanitaria. Y finalmente, la MUD considera esencial el respeto a la Constitución, a la separación de poderes y a la Asamblea Nacional, por parte del gobierno que desde diciembre de 2015 no ha hecho sino violar la Constitución, irrespetar a la AN y controlar y manipular los poderes, en particular al TSJ, para beneficio de sus intereses políticos.

De todo esto tiene claro conocimiento el señor José Luis Rodríguez Zapatero.

Recientemente Zapatero regresó a Caracas, donde sostuvo encuentros con el gobierno, con representantes de la MUD incluyendo su secretario ejecutivo, y finalmente lo más resaltante, logró visitar a Leopoldo López en la cárcel militar de Ramo Verde.

Llama la atención que el gobierno autorizara esta visita mientras le negó esa posibilidad, ciertamente en el marco de otras condiciones, a los ex presidentes Felipe González, Andrés Pastrana y Sebastián Piñera. No obstante, ella es importante pues es el reconocimiento implícito del carácter de preso político de Leopoldo López. Un político sólo dialoga con un político.

No hay malicia, mala voluntad o prejuicio cuando uno se pregunta por qué y para qué el gobierno accedió. ¿Cuál es y fue la real intención de Zapatero al entrevistarse con Leopoldo? ¿Comprender qué, en el marco del proceso de mediación? O, ¿qué le propuso y a cambio de qué?

Hasta ahora solo conocemos, por las redes sociales, la versión del propio Leopoldo López, quien subraya que Zapatero es el único que ha sido autorizado por el gobierno a visitarlo, mientras que otros que lo han solicitado en los dos últimos años no han podido hacerlo. Ante Zapatero muestra una vez más la firmeza de carácter que lo caracteriza y la reciedumbre de los ideales y principios democráticos que motivan su lucha por Venezuela. Reafirma las condiciones expuestas por la MUD para aceptar un diálogo. Por ello insistió, una vez más, que el pueblo venezolano quiere el cambio constitucional en el 2016, es decir, que se realice el referendo revocatorio. Le explicó porqué era fundamental liberar a los presos políticos. Que el diálogo no podía instaurarse para permitirle al gobierno ganar tiempo y exigió de este último que autorice a otros ex presidentes a visitarlos, así como a la Conferencia Episcopal y a la Unidad. En fin, Leopoldo López fue, como siempre, coherente consigo mismo y con la Unidad.

Hasta ahora el mediador ha actuado con mucho sigilo, lo que sería habitual si atendiese un proceso normal de intermediación solicitado por ambas partes. Pero, reiteramos, este no es el caso. Por ello, tanto a nivel nacional como internacional, incluso en España, mucha gente recela o ve con profunda desconfianza el proceso que adelanta Rodríguez Zapatero. Este pareciera no tener consciencia que el gobierno venezolano no ha dado pruebas de querer un verdadero diálogo tendente a encontrar solución urgente a los ingentes problemas que afectan a diario a los ciudadanos. El gobierno lo que quiere es ganar tiempo, como lo buscó en el pasado cuando el mediador fue el Secretario General de la OEA, en el 2003. El gobierno se ha burlado abiertamente de la voluntad popular al no aceptar y boicotear las decisiones de la Asamblea Nacional.

En fin, todo parece indicar que la misión de Rodríguez Zapatero, que intenta mediar en la crisis venezolana a través de un diálogo entre la oposición representada en la MUD y el gobierno, está destinada a ser un fiasco. Ello no necesariamente por su culpa, sino esencialmente por la intransigencia del gobierno y de los oficialistas. Sin embargo, un hombre con la trayectoria política de Zapatero debería ser más cauto y no aceptar encomiendas a la ligera, solo porque ve con simpatía a una de las partes.

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7 de junio de 2016