tiendas de ropaLas tiendas de ropa no cuentan con dólares para importar género, por lo que están vacías de ropa y clientes.

La escasez en Venezuela no es solo de alimentos, medicinas y productos básicos. Las tiendas de ropa tampoco tienen género y cada día es más común verlas vacías, pues los dueños no tienen acceso a las divisas para realizar importaciones.

En una tienda ubicada en el centro comercial Sambil en Caracas las vitrinas se observan totalmente vacías. Apenas quedan dos o tres prendas. Pareciera que está en liquidación, pero la realidad es que desde noviembre de 2015, el dueño no ha podido adquirir nueva mercancía, pues no cuenta con las divisas necesarias.

La encargada explica que solían subastar en el Sicad, pero el mecanismo «se cerró». Allí podían optar por dólares a Bs. 200. Aunque es más caro que las otras tasas oficiales: 6 y 12, es mucho más económico que en el mercado negro, donde ya superó la barrera de los 1.000.

Pareciera que en medio de los controles y la crisis, los comerciantes se quedan sin opciones. Otros dueños de locales consultados por El Correo del Orinoco señalaron que aunque podrían hacer importaciones con dólares que adquieren en el mercado negro, cuando llega la mercancía a las aduanas se pide declaración del origen de los fondos y si estos no fueron adquiridos por las vías oficiales, se les decomisa la ropa. «Esa no es una opción», afirma uno de ellos, que prefirió guardar su identidad. Detalla que aunque lamentablemente la corrupción en el país ofrece margen de maniobra, a veces el costo es muy alto y hay pocas garantías.

«Uno podría pagarle a algún funcionario, pero eso no es garantía de que dejen pasar la ropa», indicó.

La situación afecta también a los trabajadores de las tiendas, pues en algunos casos han tenido que hacer reducción de personal por el poco trabajo que hay.tiendas de ropa

En el escenario de quienes sí logran pasar algo de ropa adquirida con dólar negro, la mercancía llega a las tiendas, pero con precios sumamente altos, calculados sobre la base del dólar al cual se compró.

«A nosotros nos sale extremadamente caro y no tenemos luego cómo venderla. La gente se queja y muchas veces no ve todo lo que tenemos que hacer para poder estar aquí», concluyó María Jiménez, encargada de otra tienda en un centro comercial capitalino.