Pese a la discordancia entre nuestra sociedad, en cuanto a sus creencias, la fe, la religión y cualquier cantidad de paradigmas, Monseñor Baltazar Porras, cada vez más apegado a nuestra cruda realidad y a la de nuestros jóvenes, lanza una extraordinaria reflexión de su sentir más humano y patriota.

Expresa la necesidad de seguir junto a la valiente juventud, que cada día sale a la calle intentando recuperar de una forma u otra la Venezuela que muchos de ellos no han conocido, pero de la que sus padres les cuentan como era con melancolía.

Resalta la fortaleza, el ímpetu, la rabia, la impotencia, pero sobre todo el valor de esos muchachos que aunque doloridos, asfixiados, maltratados y humillados, no dan un paso atrás sino todo lo contrario, se llenan de sentimientos encontrados que muchas veces despierta a ese guerrero dentro de ellos que no le tiene miedo a nada.

Monseñor Baltazar Porra, dedica a los jóvenes manifestantes, una carta cargada de fe, patriotismo, pasión y poesía.

“Yo estoy con los muchachos, miro cantidades de fotos, ellos, los muchachos, su furia, su ira, su inconformidad, su rabia, ¿y por qué no?, su poquito de odio, su gramo de violencia. No son santos, ni rezanderos, ni civilistas, ni poetas. Son eso, muchachos. No están hechos de razones, sino de corazones, sus ojos encendidos de tanto humo verde, la piedra en la mano, la china estirada y calculada, la botella de cerveza hecha de trapo y gasolina, de trapo y querosene, botellita ingenua que escupe fuego contra balas.

Igual, estoy con los muchachos. Con esa carajita que no pasa los 20 y le hace una gran puñeta a la tanqueta, con esa que abraza al guardia tratando de ablandarlo para que no le dispare, con ese que le pinta una paloma con brazo tatuado de guerrero, como si la grosería derrumbara la escopeta, con la que saca el violín y toca el himno nacional, como si la Guardia Nacional la fuera a entender.

Yo estoy con los muchachos, equivocados o no, con su megáfono y su resistencia, su guarimba y su desobediencia, con los que se escapan de las madres, que ya no pueden atarlos a las casas, los muchachos que hicieron de la calle su campo de defensa.

Con los muchachos que se empecinan en despertar un país dormido que solo se lamenta, un país verbo, país paz de la fea, de la sumisa, de la conferencia.

Yo estoy con los muchachos, olvidé para qué sirve el verbo, les llevo agua, trapos y vinagre. Los muchachos que me recuerdan que aún no estoy muerto, que este país es mío, que este país nos merece.

Estoy con los muchachos, equivocados o no. Estoy con los muchachos que lloran en la noche calladitos, que se soban los moretones y entierran a sus muertos.

Estoy con los muchachos, inocentes, ingenuos, luchadores, soñadores, quizás porque tuve 20, quizás por vergüenza de dejarlos solos, no sé, por irresponsable, por mi pequeña cuota de odio, porque creo en las conquistas, no en las regalías, porque soy como ellos, un poco tonto, otro bravío, o simplemente porque no me da la gana de dejarle mi país a las hienas.

Estoy con los muchachos, con sus rostros cenizas, sus manos heridas, sus rodillas peladas, con su afonía, con su cansancio, con su duelo, con su llanto, con su frustración, con su impotencia, con cada piedra, en cada noche, en cada día de esta gran revuelta”.

Monseñor Baltazar Porras.