Para aquellos venezolanos acostumbrados al progreso, lograr adquirir un vehículo se encontraba siempre entre los primeros lugares de una larga y usual lista de metas a cumplir durante los primeros años de trabajo formal.

Actualmente en Venezuela resulta imposible acceder a la compra de un automóvil ya sea nuevo o usado. Y para quienes ya tienen la dicha de poseer uno, es tarea cuesta arriba poder mantenerles.

Un litro de aceite para motor semi sintético 20/50 nacional puede ubicarse en 5 millones de bolívares mientras que el importado registra un precio de 8 millones de bolívares. El litro de aceite mineral 15/40 nacional puede rondar los 7 millones de bolívares lo que genera un precio de aproximadamente 25 millones de bolívares por cambio.

Los costos de los seguros también pueden ser un gran dolor de cabeza. Por ello, los venezolanos optan por únicamente sacar el Certificado de Responsabilidad Civil y elevar varias oraciones al estacionar sus vehículos en las calles.

Un seguro sencillo que cubra el costo actual del vehículo resulta altamente costoso en bolívares y arriesgado ante la devaluación de la moneda que se presenta a diario. Los costos en dólares son inaccesibles además de irregulares e inestables en una economía con control cambiario.

Para la rectificación de motor o caja de un vehículo moderno, o al menos año 2008 en adelante, el ciudadano puede verse obligado a invertir desde 600 dólares hasta 1.500 dólares. Posiblemente, el mismo monto en que podría vender el automóvil.

Con la creciente crisis, resulta más común observar cada día vehículos en estado degradado o incluso abandonados. Sin retrovisores, con golpes laterales, sin parachoques, e incluso sin ventanillas y en su lugar bolsas negras de basura son los casos más comunes.

“Hace semanas me chocaron y me hundieron el parachoque trasero, al llevarlo al taller me dijeron que me cobrarían 20 millones de bolívares por sacar el golpe y pintarlo. Ese monto es lo que me cubre el seguro por todo el vehículo. Es increíble. Ni siquiera dándolo por pérdida total, me serviría de algo ese dinero”, explica Susana Rivas, dueña de un vehículo marca Gol Volkswagen, año 2008.

En los talleres también es común escuchar a los mecánicos comentar que es preferible “vender los carros y andar en Metro, autobús o hasta bicicletas”, pues lo costoso tampoco garantiza que el vehículo quede completamente en óptimas condiciones.

Los venezolanos ya incluso empiezan a comparar a la Venezuela actual con la isla de Cuba, donde el tiempo quedó paralizado y los vehículos más antiguos forman parte del paisaje diario en La Habana.