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Los vecinos de Villa Rosa, en Margarita, no quieren al presidente Nicolás
Maduro, y así se lo hicieron saber en la visita que hiciera el primer mandatario la tarde de este 2 de septiembre para “inaugurar” los techos de unas casas.

En cadena nacional, mientras hablaba de las “bondades” de su gobierno, los vecinos comenzaron a cacerolear y gritar consignas como “y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer”, a lo que el presidente ordenó suspender, primero el audio de la transmisión y luego la transmisión propiamente dicha.

“En Villa Rosa no queremos a Maduro, nos ha prometido comida y hospitales bien dotados y no tenemos ni una cosa ni la otra” dijo una vecina, cacerola en mano, quien asegura que el sentir de esta población es el mismo: rechazo total a la presencia y todo lo que tenga relación con el actual gobierno, “queremos el Referéndum, que se vaya”.

Nicolás Maduro, acompañado por Tareck El Aissami y Mata Figueroa, cuando se disponían a retirarse en sus vehículos, fueron abordados rodeados por un grupo de vecinos a la voz de “Maduro, no te queremos”, a lo que el presidente se bajó del vehículo y respondió con golpes, gritos y amenazas, que caldearon el ambiente y requirió la intervención de las fuerzas del orden.

“Sí me quieren” gritaba el mandatario mientras se abalanzaba hacia los manifestantes.

“Maduro se puso a pelear cual malandro de barrio, tirando patadas y golpes, pero nosotros nos defendimos, él no puede venir a pegarle a nuestras mujeres. Esto es insólito, un presidente golpeando a su gente porque no se siente querido. Éste no es el presidente que queremos” señaló uno de los testigos, antes de que se lo llevara detenido la GNB, junto a otros manifestantes.

«Empujaron a una señora y le dijeron puta y la gente se amotinó. Maduro se volvió loco y la Casa Militar tuvo que intervenir, militarizando la zona» asegura un testigo. Y así, lo que prometía ser una tarde de anuncios presidenciales acabó con cacerolazos, amenazas, puños, pedradas, patadas, detenidos, allanamientos, heridos y un presidente que pierde sus cabales porque “nadie lo quiere”.