Tuve un Chamo perteneciente a los herederos de la pata del caballo de Rodrigo Díaz de Vivar, Babieca se llama el bicho del Cantar del Mío Cid, cantar bastante de gesta en el que el incombustible se enfrenta a su rey, una jura de por medio, una historia más… Pero, el Chamo en cuestión se marchó exiliado a un país europeo, en el que le dieron acogida y amor a raudales. Se creía el príncipe de las galletas cuadradas, porque las redondas formaban parte de su rellenada, y, en ocasiones, lisiada herencia.

Me presentó a un amigo que tenía un Mercedes en el que decían viajaba la Reina Sofía de las Españas. Algo parecido al coche en el que murió, de muerte natural, Lady Di. El gran turismo estaba impecable, pero con un poquito de olor a naftalina, a viejo, que no antiguo, y un reolor de tercera detección en el que se adivinaba ropa interior de cuello alto, ¿será? Lo era, como lo olí, lo cuento. Miraba por la mirilla de su puerta: ‘Ahí llega Henry’ y nunca llegó, porque nunca estuvo, corriendo a las elecciones locales para echar su pulso en las nacionales. Siguen sin contar con que el contrincante, aún mareados por Zapatero, los Madureros conseguirán un elemento que distorsione aún más a la oposición. Hoy tienen el elemento a suprimir muy claro, mañana es posible que las tornas cambien.

Mi Chamo, mi Pana, mi Hermano, mi Hijo, mi Niño… así una hora, dos, tres… ¡entra en casa que no tengo de nada, es tu casa, es la mía, todo lleno, relleno, full!… Hoy me enteré que con los nada cientos euros que cobra por no hacer nada al mes, va a ser papá por cuarta o quinta… que cuando vuelvan los suyos, seguro que el arcángel San Gabriel le achuchará con su espada de fuego devolviéndole al redil.

Me marcho a buscar financiación para terminar de pagar la maqueta del Mercedes que me querían vender. Los sucedidos son muchos, y llegó a la locura de pedirme financiar, que lo hice, la operación de la espalda de una hija que nunca existió.

¡Ay! Chamo.