Cobrarle un pescado frito y unas cervezas a un cliente en una playa venezolana puede ser toda una odisea. La escasez de efectivo se ha convertido en toda una tragedia, sumado a la falta de internet.

 

Con agilidad, Nancy marca en la maquinita el número de cédula, el monto y la clave secreta de las tarjetas que –impensable en otro país- le revelaron sus dueños. Todo lo llevaba anotado en pequeños papeles con los que envolvió las 13 tarjetas de crédito y débito.

“Algunos desconfían, otros no. Los que tienen hambre tienen que confiar en uno”, dice Nancy sonriente al equipo de AFP que la acompañó en su insólita travesía.

El país petrolero sufre una grave escasez de alimentos, medicinas, insumos y repuestos. También de billetes: los venezolanos deben hacer largas filas y recorrer cajeros electrónicos, que sólo permiten retirar 10.000 bolívares diarios, lo que cuesta una galleta.

El presidente Nicolás Maduro atribuye la crisis del efectivo a mafias que acumulan billetes para especular; la economista Tamara Herrera hace responsable de ello a la hiperinflación y a la emisión de dinero sin respaldo.

– “Guapeando la tormenta” –

Ante la falta de efectivo “el punto” –como popularmente llaman los venezolanos al datáfono- es primordial. Pero en Chichiriviche, la cosa es más complicada.

Desde agosto pasado no hay internet porque -cuentan sus pobladores- se robaron los transmisores y cables de la antena enclavada en una de las montañas que rodean a este pequeño pueblo frecuentado por aficionados al buceo.

Allí se sube en moto o en carro para “pasar el punto”. No por la antena, sino porque también llega la señal de Catia la Mar.

“Estamos guapeando… aguantando la tormenta y esperando que llegue la calma, que esta situación cambie, porque es insostenible”, dijo a la AFP María Victoria García, propietaria del Centro de Submarinismo Scubatec.

Su escuela de buceo, que opera desde 2008, llegó a atender 500 submarinistas por fin de semana. “En este momento estamos con unos 100”, se lamenta.

Como otros negocios del pueblo, trabajan a base de confianza. Muchos clientes pagan la inmersión por transferencias bancarias cuando regresan a sus casas, uno y hasta tres días después.

La mayoría de los pobladores no tiene cuenta bancaria. Para pagar salarios a sus cuatro empleados, García asume comisiones de 15% a quien le vende montañas de billetes (algunos cobran hasta 100% de comisión). Si no consigue, les deja vales en la bodega de “Petete”, quien los cambia por mercadería.

Como Nancy, Pedro Vielma, propietario de la posada La Quilla, usa el poco efectivo para pagar al pescador la cena que dará a sus pocos huéspedes. “Está la rueda trancada”, manifestó.